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Mensaje del Presidente de la CDHDF, Luis González Placencia en el XIX Aniversario de la Comisión

Discurso 04/2012
04 de octubre de 2012

Muy buenos días a todas y a todos, bienvenidas y bienvenidos a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal  (CDHDF).

La comunidad CDHDF —conformada por casi 600 compañeras y compañeros que convivimos aquí, las y los miembros del Consejo, ex Consejeras y ex Consejeros, pero también por nuestros más de 100 mil usuarios, e incluso nuestras vecinas y vecinos— celebra hoy 19 años de existencia.

Agradezco y reconozco la presencia de amigos y amigas de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), de los órganos de gobierno y la administración pública y de los órganos político-administrativos del Distrito Federal, de la administración pública federal, del cuerpo diplomático y la academia, de los medios de comunicación, así como a quienes representan a mis colegasombudsman del país. A todas y todos ustedes les agradezco estar aquí esta mañana. Agradezco de manera especial las palabras y su disposición para compartirlas con nosotros, de Elisa Alanís, Javier Solórzano, Darío Ramírez y Tony Caballero; muchas gracias por celebrar con nosotros.

Hace dos décadas, la ciudad de México era muy otra; eran tiempos de un incipiente proceso de democratización en la capital de la República, señalado todavía por la costumbre de la designación, aunque ya en el seno de un país que claramente iniciaba una época nueva.  En ese contexto, el 30 de septiembre de 1993, la entonces Asamblea de Representantes del Distrito Federal aprobó la propuesta presidencial para nombrar al primer Ombudsman del Distrito Federal. Así,  tocó a Luis de la Barreda y a su equipo de trabajo, instaurar una institución que nació muy parecida a sus antecesoras —las comisiones públicas de defensa de derechos humanos nacional y estatales— pero que muy pronto, gracias a su eficiente trabajo, logró una sólida identidad propia. Todavía en un ámbito en el que nuestros gobernantes eran elegidos por el Presidente de la República, correspondió al doctor de la Barreda construir la figura delombudsman, ganarle respeto público y hacerlo transitar por ese periodo hacia un nuevo milenio, esperado por todos —en aquél tiempo no decíamos todos y todas—, pleno de augurios de todo tipo y ciertamente en el marco de una era distinta para la ciudad, cuya electorado ganó, para los que fueron los dos primeros gobiernos democráticamente electos en el Distrito Federal.

Esos primeros ocho años de la Comisión seguramente no fueron sencillos, pues significaron momentos definitivos para hacer valer la autoridad moral delOmbudsman frente a cuatro gobiernos, a cuatro visiones distintas sobre la administración pública de la ciudad, frente al significado de los derechos humanos y, naturalmente, frente al propio Ombudsman,  quien por ley está obligado a señalarles sus errores. Destaco la defensa que hiciera elOmbudsman de la Barreda de las personas dedicadas a la prostitución en 1994; el caso de los homicidios ocurridos en la colonia Buenos Aires en 1997, así como la defensa de Mario Rodríguez Besares en 1999—primer caso de arraigo documentado por esta Comisión— y de Paola Durante en el 2000, que dio lugar a la primera Recomendación rechazada por el Gobierno de la ciudad en la historia de la CDHDF.

De igual manera, en el transcurso del primer lustro del nuevo siglo, Emilio Álvarez Icaza fue electo para presidir esta Comisión, por dos legislaturas distintas en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF). Frente a dos formas de gobernar que, no obstante representar orientaciones políticas semejantes, plantearon escenarios muy distintos frente a los derechos humanos, el ombudsman Álvarez Icaza enfrentó también el enfado de quienes se sintieron agraviados por el señalamiento de las violaciones cometidas por servidores y servidoras públicas de la administración local. En un contexto que se movió entre avances democratizadores en la ciudad de México, la consolidación de una fuerte sociedad civil y el conflicto post electoral más importante de nuestra historia moderna, la voz del Ombudsman Álvarez Icaza se hizo escuchar en casos emblemáticos, como el del homicidio de la defensora Digna Ochoa, en 2003; el del plantón que se mantuvo en Reforma en el año 2006; la defensa a las reformas al código penal y al sistema de salud que dieron lugar a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) en  2007, y desde luego el caso que emergió de la tragedia ocurrida en 2008, en el local conocido como News Divine.

Sin lugar a duda, el trabajo realizado por mis antecesores no habría sido el mismo si no hubiesen ejercido, como lo hicieron, la magistratura de opinión que inviste al Ombudsman.

Y es que la institución del Ombudsman no puede entenderse sin esa atribución. No es ni puede ser vista como un tribunal y por tanto, no puede estar sujeta a las reglas que a las que lo están los jueces; tampoco es una autoridad, ni forma parte del gobierno; además es autónomo, lo que significa que no está ni debe estar subordinado sino a su mandato, definido en síntesis en el significado de su nombre: Ombudsman, defensor del pueblo.

Como tal ejerce su vocación desde el propio Estado, pero de cara a la ciudadanía, definitivamente del lado de las y los ciudadanos, especialmente cuando ellas y ellos son víctimas por acción o por omisión, del abuso del poder.

En ese contexto, la magistratura de  opinión funciona como una caja de resonancia que amplifica la voz del ombudsman y la hace llegar a la opinión pública, para impulsar agendas, para desatar debates, para concitar respaldo y desde luego, para informar. En todo caso, implica una importante función de alerta que hace del conocimiento público aquéllas acciones que pueden ser constitutivas de violaciones a los derechos humanos, de modo que se eviten, se corrijan o en el peor de los casos, se expliquen; pero además posee una imprescindible función de denuncia —especialmente frente a violaciones consumadas— y es que la importancia de la denuncia pública radica no sólo en la exhibición de quien habiendo violado un derecho no acepta o incumple una recomendación, sino en el valor reparatorio que tiene para las víctimas.

En parte, ello explica porque las Recomendaciones no son vinculantes: porque su fuerza radica en la posibilidad de hacer públicas sus motivaciones y sus argumentos, colocar a la autoridad en la posición de reconocer sus errores, de investigar y en su caso sancionar a los responsables, de resarcir a las víctimas y de hacer lo necesario para que las violaciones no se repitan.

La autoridad moral y la magistratura de opinión del ombudsman se conjugan así en una sinergia que potencia su capacidad de defensa y que es útil también a sus funciones de promoción de los derechos humanos.

Sin duda, hoy la Comisión tiene más dientes que nunca: acciones de inconstitucionalidad, litigio estratégico ante organismos internacionales y ante el poder judicial de la federación, amicus curiae ante la Corte, respaldo de la academia y de las Organizaciones de la Sociedad Civil; pero todo ello sería poco sin la posibilidad de acceder a los medios.

Por ello, este diecinueve aniversario lo dedicamos a la comunicación por los derechos humanos.  A agradecer y felicitar también a los y las compañeras que han conformado nuestra fuente, a la prensa escrita, de radio, televisión e internet que se ha ocupado de nuestro trabajo.  Esta Comisión y ustedes, compañeras y compañeros  de los medios podemos congratularnos de una relación institucional ejemplar, basada en el interés convergente de comunicar, en aras de incidir en la consolidación de una cultura de derechos. No tengo duda, sus reportajes, notas, editoriales y comentarios han tenido efectos en el reposicionamiento que hoy los derechos humanos tienen en la relación entre gobierno y sociedad.

Es una oportunidad para agradecer y felicitar también a los equipos de comunicación de esta Comisión, que desde 1993 y hasta hoy trabajan para que sus áreas sean, más que oficinas de prensa, agencias de promoción de los derechos humanos; así como a las y los compañeros que a lo largo de estos 19 años han aportado la sustancia de nuestro trabajo: Visitadoras y Visitadores generales y adjuntos, capacitadoras, educadores, promotoras y promotores, personal administrativo. A las y los miembros actuales del Consejo y a quienes lo conformaron en el pasado; y desde luego a mis antecesores Luis de la Barreda y Emilio Álvarez Icaza. Todas y todos, forjadores de esta historia.

Feliz cumpleaños Comisión! Gracias por compartir esta celebración.

Inklusion
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