Discurso 32/2014
8 de mayo de 2014
Doctora Perla Gómez Gallardo: Bueno, antes que nada, y aquí tengo el análisis para la presentación del libro, pero hay una cuestión que acaba de detonar el maestro Luís Alberto en todos nosotros, que es indignación; y cuando ésta se detona, genera acción, y en eso es en donde podemos hacer la incidencia. Y estamos aquí los que creemos que puede haber una diferencia sin simulación; con una actuación estratégica e inteligente; con personas que en esta mesa, es un lujo y un privilegio pero sobre todo, la inspiración, lo he dicho una y otra vez, porque motiva saber que todavía podemos hacer algo y que no está perdido en un determinismo absurdo que pareciera que es una de las formas en las cuales, perversamente, puede institucionalizarse esa falta de justicia. Y ahora sí, voy al discurso.
Antes que nada, muchas gracias a todas y a todos, bienvenidas y bienvenidos a la Comisión de Derechos Humanos. Gracias a los medios de comunicación que nos permiten siempre, visibilizar y difundir, este tipo de eventos y temas. Le agradezco a la Doctora Martha Lamas, cuyas ideas y trabajo ha contribuido de manera fundamental a la visibilización y defensa de los derechos humanos de las mujeres. Agradezco también a Marisa, nuestra flamante Consejera, y siempre un privilegio tener personas como tú, Maestro Luís Alberto, también, en lo que implica el compartir esta mesa.
Como todas y todos ustedes saben, las mujeres privadas de la libertad enfrentan en la Ciudad de México y en general en nuestro país, difíciles condiciones ocasionadas por los impactos muy profundos y variados en su vida familiar, salud e integridad física y psicológica, entre otros aspectos.
Si a estas condiciones sumamos una serie de problemáticas estructurales vinculadas con la impartición de justicia, nos podemos percatar de la enorme importancia que adquieren todos aquellos esfuerzos que contribuyan a la visibilización de las distintas situaciones que dichas mujeres enfrentan.
El impulso a los debates que se desarrollan desde la sociedad civil, la academia, las autoridades y en general desde la perspectiva de cualquier persona preocupada por esta temática, constituye un aspecto que desde la Comisión consideramos valioso mantener y desarrollar como parte de una agenda prioritaria.
Precisamente por ello, para mí resulta un verdadero gusto poder presentar en esta Comisión el libro Pintar los muros. Deshacer la cárcel. Y con ello, podernos sumar a una serie de instituciones que, contribuyendo a la divulgación y conocimiento de esta obra, albergando presentaciones como la que el día de hoy, estamos llevando a cabo.
En relación con la obra que tenemos, nos permite reflexionar sobre algunas ideas que nos han parecido interesantes y, entre ellas está, antes que nada, la visibilización de la injusticia. Pintar los muros. Deshacer la cárcel, no es un texto tradicional que sólo se limite a contar desde una visión particular la vida en la cárcel de un grupo de mujeres que por alguna situación se encuentran privadas de la libertad.
La obra que hoy presentamos y cuya lectura resulta indispensable, trasciende esta perspectiva y emerge como una oportunidad pedagógica para el empoderamiento y visibilización de los derechos humanos de las propias mujeres.
A través de la presentación de una seria de relatos construidos desde abajo, es decir, desde las propias voces, sensaciones y colores de distintas mujeres que se han enfrentado a un sistema de justicia desigual, el libro recupera y proporciona un testimonio inequívoco sobre distintas dificultades estructurales que se encuentran presentes en el sistema de justicia de nuestro país.
Por desgracia, la historia de alguna de las mujeres que aparecen en estos relatos representa la historia de muchas mujeres que se enfrentan al sistema de justicia en nuestro país y que simplemente son invisibles para éste.
En respuesta a las adversidades ocasionadas por la vida en reclusión, las mujeres toman los muros y se apropian del espacio carcelario para ofrecer su visión y perspectiva de lo que es y quizá de lo que debería ser la justicia y la igualdad.
También hay que reconocer la capacidad que tiene esta obra para conjugar las distintas disciplinas en torno al análisis del fenómeno carcelario en la ciudad de México. Sin duda uno de los elementos que más destacan en este trabajo se vincula con la utilización del arte, el muralismo y la pintura como canales de expresión para conducir la narrativa de las distintas historias de vida, sentimientos, expresiones y frustraciones en torno a la manera en que las mujeres perciben el sistema de justicia de la ciudad.
Debe destacarse la labor de intervención cultural que caracteriza a la obra y en general a todo el proyecto Mujeres en Espiral, y específicamente en la manera en que esta intervención desde el arte, la pedagogía y la cultura, se transforman en mecanismos de resistencia y apropiación no sólo de los muros que rodean el espacio carcelario, sino también de los procesos judiciales, así como de las historias de cada una de las mujeres que participan en la elaboración de los murales.
A través de los murales que refleja la obra, es posible apreciar la forma en que las mujeres se organizan para encarar con una enorme dignidad un panorama desolador en prisión. Pintando los muros de colores, las mujeres privadas de la libertad encuentran esperanza y oportunidades, a la vez que descubren una serie de capacidades por medios de las cuales transforman su historia y su vida.
Desde la pedagogía que sustenta esta obra, se abre paso la conformación y construcción de un nuevo enfoque de reinserción social de amplio alcance basado en el empoderamiento de las mujeres y de su no revictimización o culpamiento, a partir de la toma de conciencia de su condición, así como de los obstáculos que de ella derivan, sobre todo cuando tal condición suele jugar en su contra, frente a un sistema de justicia penal que o bien les resulta indiferente o que de manera dramática y a través de la reproducción de estereotipos, las criminaliza.
Una razón más que justifica mi admiración por este libro se relaciona con el desarrollo de una perspectiva que impacta de manera más directa el escenario jurídico de las mujeres privadas de la libertad en la Ciudad de México. En otras palabras, el libro que hoy presentamos, no sólo es una expresión cultural, sino una auténtica herramienta para la defensa de los casos de mujeres que aparecen en él.
A través de las acciones artísticas que expone la obra y de las distintas estrategias de litigio estratégico que se impulsan desde la Clínica de Justicia y Género “Marisela Escobedo”, y que desde la Comisión tenemos el honor de poder apoyar, el proyecto Mujeres es Espiral ha sido capaz de contarnos historias típicas de estereotipos que afectan a las mujeres en la arena de los procesos judiciales y a su vez de emprender acciones para erradicarlos. De alguna manera, el libro nos demuestra que lo jurídico no se agota en los expedientes judiciales, sino que se extiende a una serie dimensiones más amplias que permiten trazar caminos para alcanzar la justicia.
Hay una belleza en lo que implica la aprehensión del objeto cuando tiene una interacción con un sujeto, ontológica y epistemológica, de la forma en cómo se construye la palabra limita; desde que una idea concibe un signo no la podemos luego comunicar, por eso lo más difícil de transmitir con palabras son los sentimientos.
Es más bello mostrar la imagen, reproducir la imagen, apropiarla y crear, y tener esa posibilidad de una comunicación infinita que no les da la palabra, pero que nos da en esta empatía y en esta contradicción en sí misma, que nos detona para accionar y no puede ser de otra manera por parte de la Comisión de Derechos Humanos. Estaremos ahí. Nuestra Segunda Visitadora, la maestra Monserrat Rizo, ha sido más que proactiva; estuvimos el 8 de marzo en reclusión hablando con las personas que están ahí y vamos a estar permanentemente ahí, porque es la mínima exigencia institucional que se nos tiene que hacer, es el mínimo compromiso y congruencia por las personas que jamás perderán su dignidad y que vamos a visibilizar y generar condiciones que sepan que hay indignación; y las que no están, como Marisela Escobedo, hicieron un punto de inflexión y valió la pena, aunque su ausencia nos pese a todas y todos.