Discurso 52/2018
25 de junio de 2018
Buenos días. Me da gusto estar -de entrada- en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Comentaba con Pedro Salazar que este espacio es vanguardia dentro de la Universidad en términos de cómo se abre a diferentes públicos, cómo rompe con estas construcciones permanentes -sobre que los investigadores están acá y todos los demás, el pueblo de este lado-, y creo que los esfuerzos que hace a través de diplomados, actividades, foros y espacios como este que nos congregan a academia, organizaciones e instituciones, habla de eso. Por lo tanto, me da muchísimo gusto, y además ver este auditorio totalmente renovado, rompiendo también con estas visiones tradicionales de que los abogados nada más andan de traje.
Me da mucho gusto estar aquí. Que este Congreso tenga una segunda edición. Los esfuerzos de Lucía, Rafael, de su equipo, de Lucia Núñez y desde la Universidad que se sumen a esto que básicamente tiene mucho sentido y no voy a repetir porque coincido en todo lo que mis antecesoras comentaron.
Estos tres días lo que vamos a vivir y lo que vamos a tener la oportunidad de reflexionar tiene que ver con un atributo fundamental de los derechos humanos que es la universalidad. Parece fácil, todos los derechos para todos. Exactamente lo que se discute aquí es cuánta dificultad hay para acceder a la universalidad desde el juzgar, desde el planteamiento legal, pero también desde las políticas públicas y desde cómo accedemos. Parte del asunto, del asunto de la universalidad… aquí está el programa, lo mencionó Alejandra, tiene que ver con estas miradas además de interseccionalidad, es el género sí, pero el género también sumado a otras barreras que lo que hacen es no permitir la universalidad de los derechos humanos. Estas barreras tienen que ver con características que están cruzadas principalmente por la desigualdad y están cruzadas principalmente por la visión del poder, por estas miradas que no permiten al Estado concluir y ser garantes exactamente de los derechos humanos, básicamente en este punto que tienen que ser universales.
Ya se mencionaba que el sistema de justicia es malo para todas y todos, pero cuando metemos las perspectivas en niños migrantes, en personas de diversidad sexual, en las mujeres, en las y los adolescentes, esto se refuerza y adquiere características mayúsculas. Estamos frente apenas, ahorita, por ejemplo, de que en este mes -esperamos que en esta semana-, se emita la sentencia para Valentina después de 16 años. Básicamente lo que estamos viendo ahí es de lo que va a tratar estos tres días. Es una mujer, no nada más es una mujer, es una mujer indígena, no nada más es indígena, es pobre, y todo esto suma a que el sistema de justicia, que tiene defectos, afecte en mayor medida en estas diversidades.
Ya lo decían también, no nada más es justicia, también por ejemplo acciones afirmativas. Ahora que compartía Alejandra lo que el Ministro Záldivar escribía, estaba refiriendo que nosotros somos víctimas de… no sé si se llama bullying de Internet, con una persona que casi por semana acusa a la CDHDF de discriminatoria, en la medida en la que promovimos en el Metro la separación de algunos vagones para mujeres y que eso es discriminatorio, “por qué tenemos vagones especiales para mujeres en el Metro” y nosotros somos cómplices de eso. A eso va en términos de todo lo que tenemos que sumar en una perspectiva que pareciera que la damos por sentada y no es cierto. Todas estas lógicas de la “ideología de género”, ciertas expresiones extendidas de interpretaciones de lo que es esto, pueden representar retrocesos y eso sí sería muchísimo muy grave.
Espacios como este, del Congreso que nos convoca, son valiosos, por eso son importantes y desde la Comisión de Derechos Humanos, naturalmente, seguiremos acompañando este tipo de procesos en lo que nos toca, no nada más de la Ciudad, sino para conformar una lógica de pensamiento que permita seguir avanzando básicamente para ver cumplidos los derechos de todas y todos.