Discurso 6/2019
15 de febrero de 2019
Estar en espacios como este es abonar a la importancia de los desafíos de identificar, contener y desarticular las violencias que nos aquejan día tras día. Si preguntara a alguno de ustedes información sobre algún evento relacionado con violencias, en dónde estuvieron presentes, o alguien cercano a ustedes estuvieron presentes, o simplemente el contacto que se tiene a través de los medios de comunicación con las violencias; seguramente no habría ninguno o ninguna de los que estamos aquí, que no podría hacer referencia a un caso.
El Índice de Paz de México 2018 nos muestra ejemplos, y de hecho lo tenemos en el día a día de la contabilidad, sobre el incremento de homicidios, sumado al uso de armas, sobre tasas de delito que suben y suben, y que parecen no tener fin. Estas violencias afectan la vida y el comportamiento de quiénes habitamos en este país.
Pero particularmente la influencia de esta cultura de violencia incide en las niñas, niños y los adolescentes, y ellos mismos refieren en diferentes encuestas que alrededor 7 de cada 10 niños y niñas en nuestro país, ya ha sufrido, desde muy pequeña edad un evento de violencia.
El incremento, no tanto en números, yo siempre he discutido mucho que no tenemos parámetros para ver que tanto se hace más o no bullying, que con el “Periquillo Sarniento” -si lo han no leído pues ahí está- o cómo se han modificado los modos de hacer acoso entre pares.
Preocupa también ahí la mirada que los adultos tenemos a esas violencias, porque centramos, por ejemplo, la violencia en las escuelas, básicamente la violencia entre pares para decir, son ellos y no es el mundo adulto, también cuando tenemos alrededor de las escuelas venta de drogas, cuando tenemos en la misma escuela también violencias entre adultos o violencias entre adultos y niños; y creo que por eso ahí tendremos igual que, tener otro tipo de mirada.
La mayoría de los niños, las niñas y los adolescentes son víctimas de violencia emocional desde muy temprana edad. Esto brevemente, no para abundar más en algo que creo que todos sabemos y es que tenemos enfrente un gran reto, en términos de qué tenemos que hacer para exactamente, que esta cultura de violencia se convierta en una cultura de paz.
Una cultura de violencia que ni nosotros mismos asumimos que tenemos y que promovemos. Lo promovemos desde siendo padres y madres y educadores, y no teniendo herramientas para una crianza amorosa, con ternura, con formas diferentes al castigo corporal, por ejemplo. Naturalmente en un fenómeno que tiene como la violencia misma muchísimas aristas, no es decisión.
Cuando nosotros vemos a muchas de nuestras madres en el ámbito urbano, teniendo que ir y desplazarse tres horas para ir al trabajo, con precariedad. Cuando no vemos apoyos, exactamente ya lo decías tú Alfonso, del Estado, para concretizar el que tengan espacios para hacer una responsabilidad colectiva y es cómo cuidamos, y entonces estas ausente. Si no vemos que ahí hay una serie de cosas que tenemos que trabajar, que nos permitan entender las violencias, pero también entonces nos permite entender cómo podemos construir de otra manera, a través de la cultura de paz -y concuerdo completamente contigo-, esta es una apuesta de construcción ciudadana. Toca muchísimos ámbitos. Ante la pregunta qué es la cultura de paz, la primera respuesta es lo contrario a la cultura de violencia; a la cultura de violencia que tenemos normalizada; porque tenemos normalizado el estilo de educación en lo “privado”, y tenemos normalizado de tanto, la cultura en medios, en cómo nos tratamos y en cómo nos llevamos, de la violencia.
Todo eso toca, a que los retos sean para todo lo contrario. Ejemplo claro de los últimos días. Cada vez vemos más estos procesos de linchamientos; cada vez vemos más en las colonias letreros que dicen “te estoy vigilando y si vienes aquí te vamos a matar”, lo ponemos y hasta cooperamos. Dependiendo de dónde venimos, de clase media o de qué lugar, vemos que hacemos: cerramos la calle y criminalizamos. Y vemos la diferencia como yo digo… no hay mayor diferencia en lo que pasa en un pueblo de Xochimilco y lo que pasa en esas lógicas en una colonia de alto ingreso en la (Alcaldía) Miguel Hidalgo, no hay diferencia en la cultura. No hay diferencia en la cultura, sí en los mecanismos. ¿Por qué? Por un lado, en esa puede que los vecinos ni se hablen, aunque pongan el letrero que cooperaron no pasa nada, pero acá sí; tocas la campana y hay comunidad, entonces creas y recreas de manera colectiva esta cultura de violencia, pero está igual en los dos lados. Está igual de preocupante en los dos lados. Por lo tanto, el reto es en los dos lados, caminar hacia esa otra lógica de la cultura de paz. No es fácil.
Sí nosotros discutiéramos aquí si los seres humanos somos violentos por naturaleza, lo que pasaría es que tendríamos un gran debate. En esa lógica tenemos que avanzar en estos procesos que lo que tienen que aventurarse es plantearse que no es fácil, que la violencia y esta lógica de cultura de la violencia tienen muchísimos elementos que rebasan hasta nuestra propia buena voluntad. No nada más se puede con la creatividad que tenemos muchos y las apuestas para poder voltear la lógica de cómo nos miramos. Yo estoy en desacuerdo con que la cultura de paz sea la ausencia de conflicto. No, es cómo manejamos el conflicto, porque el conflicto siempre va a estar ahí. Como nos manejamos de otra manera con mediación, con concertación, con otras lógicas entre relaciones. Van desde que tú usas esta lógica de cultura de paz, en la lógica de cómo se articula la manera de ver la cultura y reconstruirte desde eso, te vas enfrentado a eso… si yo digo y los es… y está probado que los chavos si les damos los elementos y estamos ahí, si tenemos estrategias pertinentes lo van a hacer. Entonces tenemos la otra lógica de una sociedad, que te va a decir “si se juntan es malo”, “entonces que no se junten”, o “están pintarrajeando la pared”, cuando son expresiones de creatividad, cuando son cosas que permiten avanzar en el otro camino. Por lo tanto, con eso cierro.
Los retos son mayúsculos, son básicamente culturales en dos niveles: en lo metodológico y en el camino, pero también lo que tiene que ver en cómo nos vemos y cómo pensamos. Por eso lo que tenemos que seguir haciendo es ver que los esfuerzos tienen que empezar desde el día en que nacemos y eso finalmente nos llevará quizás a mejores caminos. Mayor congruencia entre lo que hacemos y lo que decimos. Y menos visiones que nos están moviendo exactamente al lado contrario. ¿Cuáles son estas visiones? A mayor violencia, mayor represión. A mayor violencia, una visión que es cultura de violencia, no cultura de paz. Creo que en esta lógica de apuesta de construcción ciudadana podemos avanzar de mejor manera en este tipo de alianzas: Gobierno, Congreso, organizaciones y gente común y corriente. En esa lógica, creo yo, avanzaremos en un reto que es muy grande, no nada más por las cifras que tenemos enfrente, sino también porque estas cifras nos están reflejando una pérdida en términos de la democracia y el bien vivir de todas, todos y todes. Muchas gracias.