Discurso 10/2020
20 de febrero de 2020
¡Hola!, de entrada primero agradecer a Marco y a Karla, ya vieron, de primera estos moderadores; lo otro es, antes de comenzar un breve mensaje, quisiera un aplauso para los lectores, para los autores, las autoras, las lectoras, que muchos están aquí.
Ahorita, aprovechando que aquí los tengo de cerca, y puedo mover mis influencias, ya me están diciendo que sí me van a autografiar directamente el poema, porque siempre quiero que recuerden todas y todos los que están participando en esto, tanto lectores, como autores y autoras, cuando estén más grandes digan: “Mi primer libro, mis primeros eventos, mis primeras lecturas las hice en la Comisión de Derechos Humanos de esta Ciudad”.
Hay muchas maneras de hacer realidad uno de los derechos que no sabemos cómo operar en los niños y las niñas, y es su derecho a participar, porque generalmente los adultos decimos sus voces, sus derechos; y aquí el esfuerzo es cómo exactamente los niños y las niñas se apropian y a través de sus voces nos dicen y nos enseñan qué son los derechos de niñas, niños y adolescentes.
Entonces de entrada para quienes creemos, y somos unos convencidos, que exactamente no hay edad para dejar de enseñar. Es un lujo el haber tenido y haber podido desarrollar e impulsar un taller que derivó básicamente en dar un espacio para darnos la oportunidad de aprender.
Constantemente estamos inventando cómo hacer y cómo interpretar cómo se traduce, y lo dicen los niños muy bien, la libertad, la felicidad, el derecho al juego, el derecho a la educación, y básicamente nos descuidamos y pasamos el tiempo sin ver que quienes nos tienen que dar esas respuestas son quienes lo viven y cómo lo viven, y yo veo que estos ejercicios son una gran oportunidad para hacerlo.
Y para hacerlo necesitamos de mucho. Necesitamos de ellos y de ellas, pero también necesitamos de aliados y yo quiero reconocer que inmediatamente que pusimos sobre en la mesa “vamos a empezar con esto”, Rosaura Ruiz y la Secretaría de Educación de esta Ciudad dijeron “vamos y le vamos a entrar”.
Y, bueno, aprovechando que ya lo hizo una vez, pues todo esto es para decirle que lo vamos a seguir haciendo más veces. Y entonces vamos a intentar y vamos a ver cómo podemos no nada más repetir el ejercicio aquí, sino ver cómo podemos dar a conocerlo, de impulsar que se realice, porque sin duda los procesos de educación no nada más son aprender a sumar, aprender biología, que es bien importante, sino sobre todo aprendernos los unos a los otros de cómo somos, quiénes somos y qué nos hace ser seres humanos.
Cómo podemos resolver los conflictos y los desacuerdos que tenemos con la palabra, y en este caso y en este libro es con la poesía; o como Marco (de Proyecto Cegatón) que se dedica, igual acá muchos, a promover la lectura, cómo se hace a través de la letra, cómo se hace y cómo se sueña y cómo se viaja y cómo se construye, decía un poema ahí, la ruleta rusa, que queremos a partir de eso: de la letra, de la poesía, del dibujo, de la manera de cómo expresarnos.
Y también lo decía uno de estos bellos poemas para qué, para el último mensaje, y es: somos únicos. Y en eso de ser únicos tenemos que reconocernos como valiosos, tenemos que reconocer sí nuestros pequeñitos defectos y nuestras muchas virtudes; y en esa lógica reconocer también los poquitos defectos que tiene nuestro amigo, o la que no es nuestra amiga, el que está sentado junto a mí, que puede ser diferente por fuera, pero que por dentro es igual de único como nosotros.
Y eso es lo que nos hace crecer y eso es lo que va a ser la diferencia en esta Ciudad, en este país y en este mundo, en el momento que aprendamos que los niños y las niñas son sujetos de derechos, que los niños y las niñas tienen voz y que la obligación de nosotros los adultos, la obligación del Estado es aprender a escucharlos, aprender a oírlos y aprender a obedecerlos. Gracias.