Boletín 49/2021
21 de marzo de 2021
Ante el reciente fallecimiento de Vicente Rojo Almazán, quien destacó por su pintura y escultura modernista, así como la promoción del arte en nuestro país, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM) reconoce su invaluable labor y libertad de sus creaciones.
Una parte de su legado está plasmado y es compartido diariamente en la sede de este Organismo, luego de que el artista donara su obra titulada “Letra Azul”, escultura que puede apreciarse en la entrada de los Salones Digna Ochoa. Durante la develación (2014), Vicente Rojo agradeció a esta Comisión por albergar dicha pieza en un espacio creado para la defensa de la ciudadanía.
Vicente Rojo Almazán nació en la ciudad de Barcelona, en 1932. Pero es mexicano por elección, ya que amó esta tierra que le brindó esperanza y libertad.
A los 17 años de edad llegó a nuestro país como exiliado de la Guerra Civil española, luego de que su padre Francisco Rojo Lluch encontrara refugio en México años antes. Fue sobrino del General Vicente Rojo Lluch, de los más destacados militares de la Segunda República española quien se opuso al golpe de Estado del dictador Francisco Franco. Vicente, siempre vivió rodeado de ideas republicanas y defendió los ideales de libertad para crear y pensar; luchó por la inconformidad y la resistencia.
Posteriormente, realizó estudios de pintura y tipografía, que completaron sus primeros aprendizajes de escultura y tipografía. Con el paso del tiempo, su ingenio y ejecución marcarían la historia de las artes plásticas en México.
Su labor quedó inscrita en distintas generaciones de mexicanas y mexicanos a través de sus enseñanzas durante la segunda mitad del Siglo XX y lo que va del XXI, por lo cual es una de las figuras centrales de nuestra cultura.
Por su vasta obra abstracta, fue considerado como uno de los artífices del movimiento de la “Ruptura”, que el mismo Vicente prefería llamar de la “Apertura”, al renovar las formas y el color. Dicha labor lo llevó a colaborar con diversos artistas, escritores e intelectuales como: Abel Quezada, Juan Soriano, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, entre muchos otros. Esa relación lo convirtió no sólo en importante actor cultural sino político y social.
No Solo diseñó y formó libros, suplementos y revistas, así como los periódicos La Jornada (del que también es fundador) y UnomásUno, sino que fue un impulsor de la industria editorial mexicana. En los últimos años, desarrolló diversos proyectos de obra pública y privada.
Hombre generoso y solidario con la comunidad artística, junto a Javier Alejo (ex Director del Fondo de Cultura Económica) impulsó el proyecto Pago en Especie de contribuciones fiscales a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), motivo por el cual donó más de 100 obras (de las series Negación, Recuerdos, Señales, México bajo la Lluvia, Volcanes, Códices y Escenarios), las más importantes para él.
Fue miembro de El Colegio Nacional desde 1994 y años más tarde (1998) recibió el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Premio Nacional de Ciencias y Artes, entre varios más.
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