Discurso 19/2022
12 de julio de 2022
Muy buenos días a todas, todos y todes quienes están aquí en la Comisión, y también a quienes nos están siguiendo por redes sociales en la presentación del Recetario “Con sabor a libertad”.
Déjenme primero platicarles que cuando Iván García Gárate, el caballero que nos acompaña, me comentó sobre el libro y la posibilidad de presentarlo, naturalmente ─les quiero decir─ inmediatamente dije que sí.
Dije que sí porque todo lo que tiene ─sin todavía conocerlo─ que ver exactamente con los procesos que se denominan de reinserción social y esta concepción, y toda esta visión de derechos, traducidos en este tipo de obras que recuperan, que recogen y que son escritas, además, en este caso por familiares de personas privadas de la libertad, son esenciales para el trabajo y la visión de derechos humanos de la Comisión.
Entonces de entrada el agradecimiento es al revés. El agradecimiento es a Documenta, el agradecimiento es a las autoras, el agradecimiento es a CAIFAM (Centro de Atención Integral de Familiares con Personas Privadas de la Libertad), también por haber confiado y tener confianza en la Comisión de poder hacerlo público, de presentar este libro porque de eso se trata.
De entrada, lo han relatado ellas, ha sido un…, el simple hecho de elaboración, de la integración de este Recetario implica y llama a un proceso de sanación, de recuperación y también de agenda y de lucha. Pero no se debe quedar nada más ahí y esa es finalmente la intención de esta presentación: que este libro se conozca, que el Recetario lo adquieran, lo lean, lo tengan en su cocina y que lean las historias que están detrás de cada una de las recetas que trae este pequeño pero gran libro “Con sabor a libertad”.
Déjenme platicarles, primero naturalmente ─y aquí ya lo han dicho reiteradamente quienes me antecedieron en la palabra─ aquí hay una agenda en esto, hay una agenda de lucha y de incidencia en política pública.
Es esta agenda de lucha que de entrada, lo acaban de decir, tiene que ver con el derecho a la alimentación, el derecho a que tengan acceso a los alimentos y que estos alimentos además sean de calidad. Básicamente eso tiene que estar y este Recetario nos lo recuerda, las historia nos lo recuerdan y la presentación misma nos lo está repitiendo todo el tiempo.
Pero también cosas que tienen que ver y también lo han señalado, pero en el libro es reiterado, todo lo que tiene que ver y la fuerza… De repente pensamos que solamente hay que estar, digamos, cuidando qué está pasando con las personas que están privadas de la libertad, ellas en esos centros, y no en lo que pasa alrededor ─exactamente lo decías─ alrededor de las familias. Alrededor de cómo se cambian las dinámicas de todo el tipo de proceso, y este libro está lleno de historias de cosas en las cuales tenemos que incidir.
Es reiterativo todo lo que tiene que ver con los procesos de visita. Aquí en algunas partes ligados a la parte de la alimentación, de porqué sí y por qué no, y en qué otros momentos. Todos son súper diversos. Pero están ahí presentes todo el tiempo esta lógica de cómo entra, qué entra y qué se hace.
Segundo, esta parte que lo que deja ver es que no hay una política pública ni una visión unificada en el país y en todos los centros, alrededor de qué pasa con la alimentación, con las personas privadas de la libertad. Y entonces es reiterativo en las historias decir: “Pues con qué humor me encuentro a los custodios, a ver con qué humor pasa tal cosa”, porque el reglamento dice tal cosa igual arbitrariamente, pero pues ahí si llegas y se le pegó la gana que no. Pues ya no importa que te esculcó y que pasaste por todo el proceso, y pues qué le hace la milanesa y con todo y eso pues se le pega la gana y no pasas porque lo encontraste de mal humor.
Y creo que eso nos llama también entonces a un tejido de una agenda de política pública y de lucha todo el tiempo alrededor de esto.
Y, bueno, eso nos deja igual como decir: “No nada más es la receta, no nada más es el ajo y el aceite, sino que los mensajes que nos deja la cebolla y el jitomate en relación a las políticas públicas”, que tienen que ver con esto que ya lo han señalado y que el libro es muy claro, y por eso la invitación a que sigamos tejiendo agenda política pública, agenda de lucha alrededor de esto. Y luego, todo lo que tiene que ver con los simbolismos de que sea no nada más la historia, sino que estas historias se tejen alrededor de la comida.
Los antropólogos tradicionales en el mundo dicen que el mundo civilizado, el mundo de la civilización, se crea y tiene un corte a partir de lo cocido y lo crudo. Es decir, que cuando nuestros antecesores empezaron a no comerse la carne del dinosaurio, mamut o lo que fuera cruda ─como lo hacen todos los animales todavía hoy existentes─, lo que hizo diferente que fuéramos seres humanos era que agarramos y le hicimos una cocidita y todas esas cosas, todo lo que después surge alrededor de eso, nos cambió y nos hizo. Nos construye como humanidad.
Y eso es básicamente e igual el potencial simbólico de este libro que habla de comida, que habla de recetas que muchas veces y en muchas de nuestras casas no nos ponemos ni a leer una receta, ni a que mi abuelita me diga y me la escriba, sino a oírla y verla. Entonces cuando uno dice: “Es que yo hago el bacalao como lo hacía mi abuelita para celebrar a mi abuelito”. Es que la vi todos los noviembres y olí mi casa llena de ese olor. Y además de ese bacalao en esas épocas ─que las que tienen por ahí mi edad lo saben─ ahora se las pone bien fáciles: ponte a quitarle las espinitas, porque estaba cañón. Ahora todo lo facilito. Si tenía su gracia. No sólo estaba escrito y entonces hay un valor también en esto que se hereda y en esto que se va hablando, y que nos van dejando y que va quedando por escrito que es súper importante.
Tenemos historias. Estas 20 historias vienen de muchos lugares del país. Vienen de Tlaxcala, de Zacatecas, naturalmente de aquí de la Ciudad de México, de Durango, de Tamaulipas, de Aguascalientes, del Estado de México, de Michoacán, de Coahuila, de San Luis Potosí, de Morelos y de Jalisco, y también de Honduras. Es una variedad enorme.
Tenemos ─como dije y ya entendí después de lo que nos dijo Mónica Tirado─ que la única sopa, que es el caldo de habas, receta de aquí de Mónica, pasando por chilacayotes, o sea una verdurita, muchísimos guisados: bisteces, albóndigas, birrias, enchiladas, pancita, pozole y también ─porque no─ cruzando por las botanas. Algo más botanero como: tostadas, burritos y naturalmente unas fresas con crema para cerrar bien el estómago a gusto. La variedad ─como ven─ es enorme. Hay que leerlas. En específico también son muy buenas recetas y ─como lo decían─ están dirigidas a papás, a hermanos, a mamás y a seres queridos.
Interesante cuando tejes las historias y el cómo este proceso de la preparación de alimentos, y de la comida y de la cocina y del amor que refleja en el simbolismo que tiene, es que no todas las historias son lo que le pueden y lo llevan a sus seres queridos. Muchas veces, también aquí está relatado, el proceso de cuando hacemos la comida y decimos que no la va a poder probar, pero el proceso de recuerdo de qué será y lo bien que lo puede estar pasando y lo que lo haría feliz saber que se le está preparando y que estamos comiendo lo que les gusta, es importante para todos, tanto para la persona privada de libertad que no va a tener la posibilidad de comer ese adobo o esa cochinita, que aquí nos dice, pero que tiene el poder curativo y el poder del amor de quienes están compartiendo la receta y quienes hacen esa cochinita y ese adobo en su honor y para recordarles.
O aquellas cosas que se construyen a fuego lento diríamos, y entonces ahí hay una cochinita que se llama “La fuerza de espera”, y cuando ya uno lee la historia se da cuenta que esta costilla que está entera es a fuerza de espera porque solamente una vez al año le permiten incorporar y meter ese platillo preferido para su ser querido para poderlo entregar. Entonces por eso estas costillas son de larga espera, te dice la receta.
Eso dice la historia y a eso nos llama y eso nos comparte, y eso nos tiene que hacer empáticos y nos tiene que hacer claros de todo lo que tenemos que hacer no nada más como familiares, sino también como sociedad para reivindicarlos.
Quiero finalizar con dos cosas. La primera el dejar ahí una nota que también implica transformación social y tiene que ver con por qué solamente hay una receta de un varón y todas las demás recetas son de mujeres. Es claro, y lo sabemos también y la estadística nos lo dice, que mientras a los hombres nosotras no los dejamos, a las mujeres privadas de su libertad las familias las dejan.
A estas mujeres en muchos de sus ocasiones no hay quien se esté preocupando ni por qué comen y por si algún momento pueden llegar a comer algo que forme parte de su recuerdo, de su vida, de su infancia y que se la regrese. Y eso tiene que ver mucho con una transformación social también de la sociedad y de nosotros, que estigmatizamos. De por sí estigmatizamos a la gente privada de libertad, pero hay una mayor estigmatización por parte de las mujeres, hacia las mujeres privadas de libertad que hacia los hombres. Y eso nos toca a todos y a todas cómo lo transformamos, cómo lo hacemos diferente y cómo eso también es una agenda que ya no nada más tiene que ver con el gobierno, con las autoridades, que tienen que hacer su deber y tienen que garantizarlo, sino también de nosotras y nosotros como sociedad para transformar eso y entonces tener recetarios en donde haya de todo y también haya hombres, hermanas, mamás, tías preparándole comida a mujeres privadas de libertad. Pero en masividad, igual que lo hacemos con los varones.
Esa era la primera. La otra es que…, fíjense, Mónica Tirado está aquí con nosotros y nos hizo unas cosas bien bonitas, pero sí quisiera, y ya lo tenía yo separada su receta, el bendito caldo de habas, y ella ya no lo refirió ahorita que estaba compartiendo su historia, pero por ejemplo es enternecedor cuando por fin logra, en algún momento, poder meter una gran torta de jamón y queso de puerco y queso y aguacate y chile, y cómo finalmente…, y eso también es importante de cómo se comparte, cómo logra con su lucha hacerlo y cómo esta torta, que además cuando uno lee la reseña, rápidamente lo único que quiere uno hacer es, como pasa en la comida y que es lo simbólico, es irse a comer una buena torta de queso de puerco, porque así lo describe y así lo vivió y es súper bonito.
Y ya tenía yo aquí preparado ─porque quería compartirlo─, lo hubiera hecho sin Mónica Tirado aquí, pero aquí está, una frase de lo que es la parte del relato de esta historia, un fragmento que quisiera compartirles para finalizar esta invitación, porque eso es lo que es, esta invitación a que nos acerquemos a las historias de “Con sabor a libertad”, a que acompañemos a las familias de personas privadas de la libertad, que acompañamos a las personas privadas de la libertad en esta lógica empática de solidaridad y de algo que además nos tiene que ser tan familiar como es y que nos llega a todos, como puede ser la comida y cómo ésta nos acerca, nos hace amorosos y nos recuerda el amor y nos recuerda a nosotros mismos, Y dice así:
“Ser valiente tiene sus consecuencias en un sistema que está acostumbrado a hacer lo que le plazca y a que la gente se quedé callada. Para mi hija y para mí, atravesar los filtros de revisión obligatorios es una tortura. En cuanto cruzamos las puertas del reclusorio, la ansiedad fluye por nuestros cuerpos. El denunciar nos ha marcado ante los custodios. No importa si seguimos el reglamento al pie de la letra, siempre buscan un motivo para detenernos y robarnos lo más apreciado preciado que tenemos: el tiempo. Incluso amenazaron a otras visitas para que no hablaran con nosotros”.
Sin embargo, con todo y este tipo de relatos, Mónica nos da una lección de lucha y una lección de vida, y en ella están la de muchas mujeres y muchos familiares.
Muchísimas felicidades por este libro, y a comprarlo, a leerlo y a emocionarse. Y sobre todo, a guisar y a comer a partir de estas recetas.