domingo , 22 diciembre 2024
Galería: Conmemoración 50 años del Golpe de Estado en Chile

Discurso de Nashieli Ramírez, Presidenta de la CDHCM, en Conmemoración 50 años del Golpe de Estado en Chile

Discurso 22/2023
11 de septiembre de 2023 

Muy buenas tardes a todas, todos y todes quienes están aquí en la sede de la Comisión y a quienes nos están siguiendo por la transmisión en redes sociales de esta conmemoración.  

Saludo a quienes me antecedieron en la palabra y a quien posteriormente lo hará para cerrar el evento, al señor Jefe de Gobierno, Martí Batres. Y especialmente a Iván Moscoso (Coordinador del Colectivo Chile-México) y básicamente a todos los compañeros y las compañeras chilenas, y amigas y amigos de Chile, a quienes debemos estar aquí.

Nosotros, finalmente, en la Comisión estamos muy contentos, especialmente conmovidos también, en albergar este evento tan importante y relevante para honrar la memoria de las víctimas, difundir la verdad de los hechos y avivar el recuerdo colectivo sobre las violaciones graves a derechos humanos que sucedieron a partir del 11 de septiembre de 1973 para dar pasos en la transición a ciudades, países y una región con menos violencia y con un tejido social más solidario que nos permita seguir construyendo desde la garantía de los derechos humanos de todas las personas. 

El 11 de septiembre de 1973 fue un día trágico que marcó la historia no sólo de Chile sino de la región. Este sur-sur que nos une a todos los que estamos aquí. El golpe de Estado ─que hoy se conmemora─ trajo como consecuencia la instauración de una dictadura que perpetuó por más de 17 años prácticas que constituyeron graves violaciones a derechos humanos: torturas, malos tratos, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, aprehensión de presos políticos, entre otras formas de represión que rompieron con la posibilidad de una democracia humanamente legítima y dividieron al país. 

El Instituto de Derechos Humanos de Chile calcula que al menos 1,612 personas fueron desaparecidas; 3,300 fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales; 38 mil personas consideradas opositoras fueron víctimas de prisión política o tortura y más de 200 mil se exiliaron de su país. A la fecha se calcula que hubo más de 40 mil víctimas directas de violaciones a derechos humanos durante esos años, más aquellas que tuvieron que abandonar Chile.

Hoy es necesario voltear a ver cada una de esas historias no sólo para comprender lo que sucedió durante esa época en el país, sino para comprender nuestra realidad actual como región y en lo individual.

Lo que cada persona vivió y experimentó durante esa época nos obliga a tomar consciencia de los aprendizajes y errores cometidos y a seguir exigiendo justicia, memoria y verdad. Es necesario mirarnos como sociedad y reconocer las graves violaciones a derechos humanos que tuvieron lugar, contarlas a las nuevas generaciones, continuar atendiendo y sanando heridas, mismas que en muchos casos siguen abiertas hasta el día de hoy debido a la impunidad y el negacionismo. 

Esas heridas no son conocidas por toda la sociedad. Cerca del 70% de la población actual de Chile no había nacido al momento del golpe de Estado y por primera vez en la historia del país, su presidente nació después de estos eventos. A la par, en México casi el 80% de la población actual no había nacido para cuando el país abrió sus puertas a quienes huyeron de su país. Es decir, quienes fueron testigos de esos hechos brutales y quienes fuimos testigos del exilio que provocaron, somos hoy una minoría en nuestros países.

Hay que reflexionar lo acontecido: ¿Qué nos pasó como sociedad? El Golpe de Estado debe observarse como un asunto público, que obliga a la solidaridad entre países y a perpetuar la memoria entre generaciones. Lo sucedido no es sólo un asunto privado para las víctimas o sobre el perpetrador, sino por el contrario, hay una responsabilidad con la memoria porque es lo que nos permite reconocernos en el presente y conectar con el ayer y el mañana.

Por tanto, se deben sumar esfuerzos para impulsar los procesos de socialización sobre lo que ocurrió en esa dictadura, hay que contar con creatividad para esa difusión, encontrar los mecanismos para comunicarle a las personas indiferentes y ambivalentes e invitar a la gente a conocer lo doloroso, lo complejo, en tanto buena parte de la sociedad prefiere no conocer y huye de ese tipo de información.

Solo cuando se reconoce lo sucedido pueden darse pasos hacia el esclarecimiento. Hay que saldar cuentas no sólo con el pasado sino con el presente, pero sólo a partir de la verdad y la justicia. La herencia de lo sucedido debe llevar más también y repetir otra vez y otra vez un “nunca más”, a reconocer situaciones en la región que evocan ese eco de terror para convocar a la solidaridad, y ya quienes me antecedieron en la palabra lo señalaron puntualmente. 

Hay que reflexionar de maneras colectivas para resistir el olvido y defender los derechos. La memoria, entendida como las formas en las que las personas y comunidades construyen sentido e identidad colectiva y relacionan el pasado con el presente en el acto de recordar violaciones graves a los derechos humanos cometidas, es una herramienta muy poderosa.

En la Ciudad de México se ha avanzado para el reconocimiento del derecho a la memoria como un derecho humano al que las personas debemos tener acceso, más aún frente a graves violaciones a derechos humanos como las acontecidas en la dictadura. Algunos espacios se han renombrado, otros se han resignificado para develar lo sucedido en ellos y honrar a las víctimas, pero son ellas quienes mantienen vivo el recuerdo porque el olvido es una violenta sombra que imprime la verdad y enturbia la justicia.

Las personas víctimas, sobrevivientes y en general, las comunidades tenemos derecho a rendir memoria a esos acontecimientos, a nuestra historia.

De lo contrario, el negacionismo, definido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como una forma de borrar la memoria de las atrocidades cometidas, actúa de manera inercial para fomentar la repetición de tales crímenes en el futuro.

Chile y México son países con una larga tradición de amistad. Aquí, las personas de ambas naciones construimos una relación marcada por la solidaridad que se mantiene al día de hoy. No son tiempos para dejar la solidaridad de lado, son tiempos para aferrarnos a ella como la única forma posible de subsistencia de los pueblos. 

La Casa de Chile en México que se instauró en el año siguiente al inicio de la dictadura y que fue el espacio concreto donde el exilio chileno actuó y construyó una plataforma política de organización y gestión de la causa del exilio tanto local como internacional es ejemplo de ello.

Cuando sucedió el golpe de Estado yo tenía 13 años. Viniendo de una casa de izquierda, naturalmente el impacto, a pesar de que estaba yo bastante joven, fue muy a pulso.

Desde la visita a México de Salvador Allende, donde todo mundo disfrutamos y celebramos que estuviera aquí, hasta que inmediatamente después entré a la preparatoria, naturalmente Chile era parte de nuestra discusión política, con el nuestro sentarnos y pensar en nuestra América Latina desde las lógicas del Comité de Lucha de Preparatoria 6.

Nosotros cantábamos, disfrutábamos, soñábamos con las canciones de Violeta Parra, con las canciones de Víctor Jara. A mí me formó la canción de protesta. Una canción de protesta que exactamente se generaba hace 50 años. Cantaba a partir de 1974 esa gran canción de Pablo Milanés de “yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes”.

Paso después seguimos teniendo una herencia de cultura chilena sembrada aquí y vivida aquí del día al día. Hoy habría que leer a Nona Fernández, premio Sor Juana Inés 2017, con una gran novela que se llama “La dimensión desconocida”. Para aquellos de mi generación, una serie de televisión que se veía en blanco y negro y que ella retoma para hacer una gran novela, exactamente a la referencia de lo que todos los que me antecedieron en la palabra mencionaron: entrar a lo que fue el golpe y lo que derivó del golpe a partir de escudriñar esa dimensión desconocida de la tortura, de la tortura y de la sociedad viviendo con esos torturadores y lo que pasó.

También con ella podemos leer está novela que se llama “Mapocho”, que básicamente habla del río que nos mencionaron en términos de que ahí se tiraron los cadáveres. Pero hace una reflexión que también aquí ya empezaron a tejer, y es que ahora no avientan los cadáveres a ese río, sino estamos aventando los productos de la desigualdad, los productos de la discriminación. Esto que nos hace sentir y que nos hace siempre pensar que a lo que hoy llamamos es, con esta memoria, a no olvidar.

Con ellos, con escritores como Nona Fernández, como Alejandro Zambra, que por cierto ya vive en México y tiene un hijo mexicano, que también se los recomiendo, crecimos. Con esas canciones de antes y con esa literatura de ahora, que básicamente es igual de crítica a través de la ficción de lo que está pasando en Chile, pero también de lo que está pasando en este, como les decía, nuestro sur-sur.

De nueva cuenta, y con esto finalizo, agradezco la iniciativa para estar aquí reunidos todos, todas y todes, quienes representan una parte importante no solo de lo que fue y es Chile, sino también lo que tendremos que seguir haciendo y tenemos que seguir recordando.

Se han dicho muchas cosas de Salvador Allende. Permítame nada más decirles una adicional que no se ha mencionado. Parte de sus discursos, los que más conocemos, son los que tienen fuerza política y se nos olvida todo lo que tejió alrededor de tejer esperanza y de decir que se iba avanzar con pasión y con cariño, y por eso, por él: justicia, memoria y verdad y no olvidaremos. 

Muchas gracias.

Inklusion
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